Los sueños compartidos del Antiguo Testamento

La raíz de los textos del Antiguo Testamento se hunde en los relatos que, de boca en boca, perduraron en la tradición oral del hombre antiguo

'La creación de Adán', en la Capilla Sixtina

La Biblia es una compilación de libros sagrados que, desde una perspectiva mitológica, pretende transmitir la palabra Dios a la humanidad. Se divide, grosso modo, en dos partes bien diferenciadas: el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento, por un lado, se escribió unos mil años antes de Cristo y en él se narraban los principales hitos de la historia del pueblo de Israel, destacando a sus grandes patriarcas. El Nuevo Testamento, por otro lado, surgió tras la experiencia que un grupo de judíos vivió con Jesús, su maestro.

Desde un punto de vista racional, muchas de las secuencias del Antiguo Testamento se han podido comprobar por la Historia y por otras disciplinas auxiliares como la Arqueología. Sin embargo, otras partes no se pueden demostrar porque no son más que el fruto de la percepción simbólica que el hombre antiguo tenía del mundo que le rodeaba. Y no es de extrañar. Debemos tener en cuenta que los textos testamentarios se elaboraron en un tiempo en el que prevalecía, lo que Goleman denomina, la mente emocional sobre la racional. Asimismo, hay que sumar que en el mundo antiguo la emocionalidad era asociativa. Se consideraba que el conjunto de los elementos que conformaban la realidad formaba parte de un universo simbólico. Este universo, al ser simbólico, no podía entenderse desde un punto de vista racional.

Así, el Antiguo Testamento estaba sujeto al profundo ambiente mítico que la mente emocional proporcionaba. Se manifestaba incluso en un lenguaje singular. El uso de recursos retóricos como los símiles, las metáforas, las parábolas, las fábulas o las leyendas conformaban un mundo simbólico en sus narraciones. Las historias de los grandes patriarcas y profetas hebreos se narraban así en el lenguaje de la emoción. Tiene poco sentido, como vemos, que nos acerquemos a los textos bíblicos haciendo un análisis puramente racional, ya que están preñados de una simbología que únicamente puede ser expresada y entendida con el lenguaje del corazón. Joseph Campbell lo resumió magistralmente indicando que “los sueños son mitos privados y los mitos son sueños compartidos”.

El libro del Génesis, en este caso, ilustra nuestra reflexión. Sus textos se componían de una serie de narraciones legendarias situadas fuera del espacio y del tiempo histórico. No importaba realmente ni una geografía ni una cronología exactas porque lo esencial era la simbología de sus relatos. Sus historias eran mitos que, protagonizados por personajes de carácter divino o heroico, interpretaban la creación del mundo y los orígenes de la humanidad.

La raíz de los textos del Antiguo Testamento se hunde en los relatos que, de boca en boca, perduraron en la tradición oral del hombre antiguo. Se trataba de imágenes que formaban parte de la memoria mítica del pueblo hebreo y que se fueron variando hasta que definitivamente se plasmaron por escrito y se hicieron inalterables.

Como conclusión, empleando palabras de Calderón de la Barca, podemos afirmar que en la Antigüedad “toda la vida es sueño y ya sabemos que los sueños, sueños son”.

Bibliografía

CABEZAS VIGARA, J. A., Jesús, del cerebro a la cruz. Sevilla, Amazon KDP, 2018.


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