Un camino aislado en un mundo de ritmos lentos
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La soledad acompaña a quienes poseen Altas Capacidades Intelectuales como una sombra persistente, desde la infancia hasta la adultez. Dotados de una aguda inteligencia y de una forma particular de percibir el mundo, estas personas frecuentemente descubren, desde sus primeros años, que esa “singularidad” que tanto les diferencia no es siempre fácil de compartir o siquiera de explicar. Se trata de un aislamiento que nace, en gran medida, de la incomprensión, del choque con los límites de un entorno que no les sigue el paso y de una desconexión que se convierte en una constante.
La infancia del genio solitario
Las personas superdotadas experimentan el peso de la diferencia desde una edad temprana, cuando aún se encuentran en la formación de su identidad. Los niños y niñas con Altas Capacidades suelen destacar en intereses tan profundos y específicos que resulta complicado que sus pares, e incluso sus docentes, puedan entenderlos. Desde la admiración por fenómenos astronómicos hasta la fascinación por la Historia antigua o la Literatura, sus conversaciones y gustos no siempre encuentran eco. En lugar de hallar amistades, suelen hallar perplejidad, y, en casos más duros, rechazo.
Ante esta situación, la soledad aparece como un refugio y como un escudo. La dificultad de conectar con quienes los rodean les impulsa a replegarse en sí mismos. Saben, casi instintivamente, que el coste de esa adaptación sería reducir o disimular sus pasiones, recortarse hasta volverse irreconocibles. Así, desde la niñez, muchos y muchas aprenden a callar y a camuflarse. De la infancia pasan a la adolescencia y, más tarde, a la vida adulta con un patrón que se repite: un espacio de soledad donde pueden ser ellos y ellas mismas, lejos de las demandas de encajar en un molde que les es, en el fondo, ajeno.
La soledad que acompaña a los adultos con Altas Capacidades
Al llegar a la adultez, estas personas suelen descubrir que la distancia emocional y la incomprensión no se desvanecen. La diferencia que antes intentaban obviar o disimular ahora puede volverse un factor estructural en su vida, una forma de blindarse para proteger sus ideas y su identidad. La soledad, como un abrigo usado que protege pero también pesa, les acompaña y se convierte en parte de su naturaleza. En las relaciones personales y laborales, muchas veces deben decidir entre compartir sus pensamientos y correr el riesgo de enfrentarse nuevamente al juicio o la incomprensión.
A lo largo de la Historia, esta soledad intelectual ha sido parte de la vida de numerosas mentes brillantes. Algunos hallaron lugares donde pudieron ser aceptados y comprendidos, pero solo cuando accedieron a limitar o modificar aspectos de sí mismos para evitar conflictos. La autenticidad, para ellos y ellas, es a menudo un privilegio que no siempre pueden permitirse sin quedar a un lado. Esta renuncia parcial a su identidad se convierte en un dilema central: ¿cómo construir relaciones si, en cada interacción, se ven obligados a enmascarar su verdadera esencia?
La aceptación de la singularidad y el refugio en la propia mente
La desconexión social de las personas con Altas Capacidades, más que una elección, se vuelve para algunos y algunas la única forma de preservar su integridad personal. Existen espacios específicos —círculos académicos, grupos de investigación, comunidades de intereses compartidos o asociaciones de personas con las mismas características— donde algunos logran, finalmente, sentirse parte de algo. Sin embargo, muchas otras personas con esta peculiaridad continúan sintiéndose fuera de lugar, observando al mundo desde una orilla que, aunque no eligieron, les protege.
En este limbo entre la conexión y la distancia, el refugio en sí mismos se convierte en una suerte de consuelo. Al final, la soledad deja de ser percibida como una carencia para transformarse en un espacio de libertad donde pueden vivir en plena autenticidad, aunque esto implique, para muchos y muchas, una inevitable renuncia a formar parte de la sociedad como ellos o ellas quisieran.
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