El templo del rey Salomón

La gran labor económica del rey Salomón impulsó la construcción de grandes edificaciones, entre las que destacó el templo de Jerusalén

Recreación artística del templo del rey Salomón

El rey Salomón gobernó en Israel entre los años 966 y 926 a.C., aproximadamente. Destacó por ser un gran sabio y diplomático y por enriquecer a su país gracias, en parte, al comercio con Arabia. Su gran labor económica impulsó la construcción de grandes edificaciones, entre las que destacó el templo de Jerusalén. En la Biblia, en el libro primero de los Reyes, se dice que “Salomón terminó de edificar el templo de Yahvé, el palacio real y todo cuanto se había propuesto hacer” (1 Reyes 9,1). Fue el encargado, en definitiva, de monumentalizar la ciudad de Jerusalén.

El contexto de la construcción del templo de Salomón estaba rodeado de un halo mítico-religioso típico de la mentalidad de los tiempos antiguos. Su edificación se inició  con la idea de contener en su interior el Palacio Real y el Arca de la Alianza, uno de los grandes símbolos del pueblo de Israel. El Arca contenía las “Tablas de la Ley” que Yahvé entregó a Moisés en el Monte Sinaí, la vara florida de Aarón y el vaso de maná. Ni que decir tiene que, tras su construcción, el nuevo templo pasó a ser el santuario por antonomasia del pueblo judío y que Jerusalén comenzó a detentar el monopolio del culto a Yahvé.

El templo de Salomón se erigió aproximadamente entre los años 962 y 955 a.C. Fue emplazado en la explanada del monte Moria donde, para muchos autores, se encontraba el tabernáculo, una estructura sagrada movible. Según la tradición del Éxodo, el tabernáculo fue revelado por Dios a Moisés en el desierto para contener el Arca de la Alianza. Consistía en una tienda dividida en dos habitáculos, uno para el altar de los sacrificios y otro para el Santo y el Sancta Sanctorum.

La construcción del templo en Jerusalén modificó sensible la percepción del espacio judío, ya que se ponía fin a la relativa indeterminación que ofrecía el tabernáculo y se trazaba una clara frontera entre lo sagrado y lo profano. Se creó una visión del espacio orientada hacia el templo y, así, se consolidó Jerusalén como la ciudad sagrada por excelencia, es decir, como el centro del universo judío.

En cuanto a su arquitectura, el conjunto sagrado se levantó sobre una gran plataforma artificial construida para extender la explana del monte Moria. Hay que tener en cuenta que el culto se organizaba en el exterior, en el recinto amurallado, donde se ubicaba el altar de los sacrificios y la jofaina de bronce destinada al lavado ritual. El templo, sin embargo, era un edificio alargado y de unas dimensiones no demasiado grandiosas. Su acceso se hacía por un lujoso pórtico y el edificio se distribuía de forma similar al antiguo tabernáculo, ya que se componía de un vestíbulo; la sala de culto, posiblemente dividida en el Santo y el Sancta Sanctorum; una recámara; y una zona de almacenes de productos ofrendados.  

Para finalizar, este primer templo de Jerusalén desapareció, según se piensa, cuando fue destruido por el rey babilónico Nabucodonosor II unos siglos después.

Bibliografía

CABEZAS VIGARA, J. A., Jesús, del cerebro a la cruz. Sevilla, Amazon KDP, 2018.


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