El gran misterio de Rennes-le-Château (parte I)

Una de esas historias que uno no sabe si creerse

Población francesa de Rennes-le-Château

Ésta es una de esas historias que uno no sabe si creerse. Aunque tiene ciertos componentes históricos, hay muchos datos que no tienen ningún fundamento empírico. Se desarrolla en Rennes-le-Château, un pueblo francés situado en el departamento de Aude, en el área del Languedoc.

Desde la década de 1970, como consecuencia de la publicación de un libro de Gérard de Sède titulado El oro de Rennes, que salió a la luz en el año 1967, esta pequeña población comenzó a recibir una gran cantidad de turismo, relacionado normalmente con lo paranormal y lo esotérico. Todo fue debido a una leyenda moderna sobre un antiguo párroco llamado François Berenger-Saunière, que comenzó a fraguar un mito que llega hasta nuestros días.

Unas décadas después, a comienzos del siglo XXI, Dan Brown echó más lecha al fuego publicando su best seller El código da Vinci, que hizo aumentar aún más el interés por Rennes-le-Château, ya que el argumento de la novela tiene múltiples conexiones con la leyenda del antiguo párroco de Rennes. ¿Cómo nació el mito?

Berenger-Saunière se hizo cargo de la parroquia de Rennes-le-Château en 1885. Poco después, en 1891, decidió acometer una serie de reformas en la iglesia medieval del pueblo para paliar los estragos del paso del tiempo y de la humedad sin saber la gran repercusión que su decisión tendría.

Durante los trabajos de albañilería en el interior del templo, los obreros dejaron al descubierto una oquedad en uno de los pilares del altar mayor. Dentro del hueco, según el testimonio del cura y de dos de los trabajadores que participaron en las obras de restauración, se ocultaban dos misteriosos pergaminos, que en la actualidad se conservan en el museo local. Gérard de Sède, en 1958, recogió el testimonio de ambos obreros y lo plasmó en su obra El oro de Rennes.

Asimismo, al voltear una losa observaron que contenía una serie de figuras talladas muy erosionadas cuyas siluetas no eran fáciles de interpretar, pero que parecían ser tres caballeros en disposiciones un tanto atípicas. Dos iban cabalgando a lomos de un mismo caballo y el otro portaba un objeto redondo imposible de identificar en su mano derecha.

Berenger-Saunière, desde un primer momento, fue consciente de la relevancia del hallazgo que habían hecho. Quiso analizar la situación a fondo y sabemos que, tras el hallazgo, hizo una visita al obispo de Carcasonne para ponerle al corriente de lo acontecido y, de paso, pedirle más fondos adicionales para seguir restaurando la iglesia.

Posteriormente fue a París, donde pasó tres semanas y donde se cree que pudo haber visitado a varios especialistas en criptografía, con el fin de intentar descifrar el contenido de los inesperados documentos encontrados. Lo que sí es seguro es que, en esos días, visitó con frecuencia el Museo del Louvre, donde se interesó especialmente por tres cuadros cuyas reproducciones terminó adquiriendo antes de regresar a Rennes-le-Château. Las tres obras fueron un San Jerónimo de Teniers, un retrato anónimo del papa Celestino V y Los pastores de Arcadia de Poussin.

Cuando retornó al pueblo de su parroquia todo parecía haber vuelto a la normalidad, pero no fue así. Los vecinos de Rennes-le-Château, que no habían visto en estos descubrimientos más que una simple anécdota histórica y arqueológica, pronto observaron cómo aquellos hechos acabarían por alterar profundamente el statu quo del pueblo. ¿Por qué?

Para empezar, y esto es lo menos sorprendente, porque se comenzó a ver a Berenger-Saunière dando largos y incomprensibles paseos por los alrededores de Rennes-le-Château. Para seguir, y esto sí que es más pasmoso, porque la parroquia experimentó un gran auge económico, de forma incompresible, que se notó sobre todo en el impulso de las obras de reforma de la iglesia y en el alto nivel de vida en el que se embarcó el párroco.

Esta nueva circunstancia inquietó a todo el mundo, incluyendo al obispo de Carcassonne y a toda la jerarquía eclesiástica de Francia. Si tenemos en cuenta el modesto rango que tenía y la humildad de la parroquia de Rennes-le-Château ¿qué había ocurrido para que se generara este nuevo estado de cosas? Léelo en la parte II de este artículo.


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