Los Reyes Católicos publicaron un
decreto, en 1502, por el que se obligaba a todos los mudéjares de España a
elegir entre el bautismo forzoso o el destierro
Salé era una antigua villa fortificada situada cerca de Rabat |
Los Reyes Católicos publicaron un decreto, en 1502, por el que se obligaba a todos los mudéjares de España a elegir entre el bautismo forzoso o el destierro. La mayoría, como era de esperar, optaron por convertirse al cristianismo para no tener que abandonar su tierra natal. Comenzó así la complicada relación entre los cristianos viejos y los conversos.
En Hornachos, tras la promulgación de este decreto, se debió producir una gran resistencia morisca, ya que se envió un centenar de familias de cristianos viejos, durante todo el siglo XVI, para que los catequizaran. Sin embargo, el resultado no fue el esperado porque el millar de familias de moriscos hornachegos estaba fuertemente arraigado a su cultura y a su religión. La presión fue en aumento y, de hecho, se constatan casos de suicidios, huidas y procesamientos por parte del Tribunal de la Inquisición de Llerena.
Finalmente, en 1609, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de España. Según se extrae de los documentos coetáneos, no fue sólo por xenofobia sino por velar por la seguridad nacional. Se alega que existía riesgo de rebeliones o de colaboración con los corsarios berberiscos que castigaban los mares y las costas españolas. Está claro que no es más que una justificación exigua de la drástica decisión ya que sabemos, en la actualidad, que los moriscos no disponían ni de armas ni de un apoyo externo suficiente como para ser un peligro militar. Los ataque berberiscos eran simples actos de rapiña individuales.
Los especialistas sostienen que fueron unos 3000 moriscos hornachegos los que se marcharon al exilio. Se vieron obligados a malvender sus propiedades, a sufrir el acoso del bandidaje durante todo el camino e, incluso, a pagarse sus propios pasajes para el viaje a las costas de Marruecos. La mayoría desembarcaron en Tetuán y se dirigieron a Salé, una antigua villa fortificada situada cerca de Rabat, en la margen izquierda del río Bou Regreg. También se les unió, poco después, un grupo menor de moriscos andaluces y, desde 1627, establecieron la república independiente de Salé, reconocida por algunos países como Inglaterra, Francia, Alemania y Holanda.
Los hornachegos reconstruyeron las viejas murallas de Salé y organizaron un pequeño Estado corsario, que prosperó durante la primera mitad del siglo XVII. Sus acciones piráticas se desarrollaron en el estrecho de Gibraltar y ocasionaron, bien por su cuenta o bien como aliados de los turcos, graves daños a la flota española en el Mediterráneo.
Brahim Vargas, uno de los más famosos corsarios hornachegos, llegó a ser el primer gobernador de Salé. Consiguió hacer prosperar a la villa gracias a las actividades piráticas y al comercio con España y con otros países costeros. Llegó a contar, incluso, con una de las más importantes y temidas flotas de galeones del Mediterráneo.
Finalmente, en 1666, la dinastía alauí tomó Rabat y acabó con la república independiente. Sin embargo, en la actualidad, todavía se encuentra en Salé a vecinos, con nombres musulmanes y apellidos hispanos, que se dicen descendientes de los antiguos moriscos de Hornachos.
Finalmente, en 1609, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de España. Según se extrae de los documentos coetáneos, no fue sólo por xenofobia sino por velar por la seguridad nacional. Se alega que existía riesgo de rebeliones o de colaboración con los corsarios berberiscos que castigaban los mares y las costas españolas. Está claro que no es más que una justificación exigua de la drástica decisión ya que sabemos, en la actualidad, que los moriscos no disponían ni de armas ni de un apoyo externo suficiente como para ser un peligro militar. Los ataque berberiscos eran simples actos de rapiña individuales.
Los especialistas sostienen que fueron unos 3000 moriscos hornachegos los que se marcharon al exilio. Se vieron obligados a malvender sus propiedades, a sufrir el acoso del bandidaje durante todo el camino e, incluso, a pagarse sus propios pasajes para el viaje a las costas de Marruecos. La mayoría desembarcaron en Tetuán y se dirigieron a Salé, una antigua villa fortificada situada cerca de Rabat, en la margen izquierda del río Bou Regreg. También se les unió, poco después, un grupo menor de moriscos andaluces y, desde 1627, establecieron la república independiente de Salé, reconocida por algunos países como Inglaterra, Francia, Alemania y Holanda.
Los hornachegos reconstruyeron las viejas murallas de Salé y organizaron un pequeño Estado corsario, que prosperó durante la primera mitad del siglo XVII. Sus acciones piráticas se desarrollaron en el estrecho de Gibraltar y ocasionaron, bien por su cuenta o bien como aliados de los turcos, graves daños a la flota española en el Mediterráneo.
Brahim Vargas, uno de los más famosos corsarios hornachegos, llegó a ser el primer gobernador de Salé. Consiguió hacer prosperar a la villa gracias a las actividades piráticas y al comercio con España y con otros países costeros. Llegó a contar, incluso, con una de las más importantes y temidas flotas de galeones del Mediterráneo.
Finalmente, en 1666, la dinastía alauí tomó Rabat y acabó con la república independiente. Sin embargo, en la actualidad, todavía se encuentra en Salé a vecinos, con nombres musulmanes y apellidos hispanos, que se dicen descendientes de los antiguos moriscos de Hornachos.